En el tiempo que llevo de desenvolverme en el ámbito de las tecnologías de información, tomando en cuenta mi formación universitaria y experiencia laboral, siempre he considerado que no calzo por completo con el perfil de un geek. Bueno, habría que definir a que me refiero con geek en este contexto, ya que este es un calificativo que hoy en día se usa de manera muy libre. Me refiero a que no he sido tan geek desde el punto de vista de mantenerme muy actualizado con las novedades en gadgets. No soy el tipo de persona que quiero cambiar de PC cada 2 o 3 años. De hecho, mi computadora de escritorio lleva conmigo casi 10 años. Ya está pidiendo jubilación pero aún no he querido dejarla ir, porque a la verdad, no he sentido necesidad de hacer un cambio. Y es que siendo que en la universidad siempre tenía acceso a las computadoras de los laboratorios, y ahora en el trabajo he tenido mi computador personal y en ocasiones una laptop que puedo llevarme a casa, no veo una gran urgencia de buscar refrescarme tecnológicamente. Pero aún si lo hubiese requerido, siento que no soy el típico geek que por ejemplo ahorra parte de su salario para comprarse lo último en aparatos sofisticados como un Ipad .
También todos mis celulares hasta hace poco eran una versión bonita de un ladrillo. No es que sea mal agradecido con ellos, solo quiero decir que comparados con sus contemporáneos más modernos, realmente sí eran ladrillos en aspectos de tecnología. Sin embargo recientemente creo que estoy modificando un poco ese patrón conservador a la modernidad, no por un aspecto de sed consumidora, sino que creo de estrategia profesional. Doy gracias a Dios por mi nuevo aparatito, acabo de adquirir un celular HTC Legend el cual lo tengo actualizado con la más reciente versión 2.2 de Android. En verdad me deje seducir el oído con los comentarios y revisiones acerca de los celulares con sistema operativo Android. Debo confesar que mi impulso consumista se reparte en varios porcentajes: 40% en sentirme relegado con los compañeros de trabajo con sus Iphones y demás celulares inteligentes (lo que mi esposa llama el síndrome Quico), otro 40% en sentir la necesidad de contar con un aparato más sofisticado (“necesidad creada”, pero necesidad a fin de cuentas) y otro 20% en conocer la plataforma de la cual todos hablan hoy en día. ¿Solo un 20%? Pues sí, casi, casi compro un llamativo Iphone. En todo caso, y ya aterrizando esta corta disertación, creo que adquirir este celular ha sido más que un juguete nuevo, una verdadera inversión.
Ya hace un tiempo tenía la inquietud de comenzar a reservar neuronas para el desarrollo de móviles, pero no ha sido hasta que he tenido la experiencia de usar la enorme cantidad de aplicaciones que hay para el Android, que he comprendido el salto tecnológico que estamos experimentando en la interacción humano-computador. Aún teniendo una laptop que puedo llevarme a la cama, casi nunca siento ganas de prenderla para hacer cualquier cosa con ella. Casi siento el mismo nivel de esfuerzo de ir a sentarme al escritorio donde tengo la PC. Pero en cambio la experiencia de un celular con aplicaciones está a varias pulsaciones de distancia. Es más fácil comprender por qué tanto escándalo con este tipo de celulares cuando se tiene uno a mano. Sin duda el desarrollo para este tipo de aparatos va ir cobrando cada vez mayor relevancia, y tenemos que estar preparados para ello.
Así que a codificar se ha dicho…
También todos mis celulares hasta hace poco eran una versión bonita de un ladrillo. No es que sea mal agradecido con ellos, solo quiero decir que comparados con sus contemporáneos más modernos, realmente sí eran ladrillos en aspectos de tecnología. Sin embargo recientemente creo que estoy modificando un poco ese patrón conservador a la modernidad, no por un aspecto de sed consumidora, sino que creo de estrategia profesional. Doy gracias a Dios por mi nuevo aparatito, acabo de adquirir un celular HTC Legend el cual lo tengo actualizado con la más reciente versión 2.2 de Android. En verdad me deje seducir el oído con los comentarios y revisiones acerca de los celulares con sistema operativo Android. Debo confesar que mi impulso consumista se reparte en varios porcentajes: 40% en sentirme relegado con los compañeros de trabajo con sus Iphones y demás celulares inteligentes (lo que mi esposa llama el síndrome Quico), otro 40% en sentir la necesidad de contar con un aparato más sofisticado (“necesidad creada”, pero necesidad a fin de cuentas) y otro 20% en conocer la plataforma de la cual todos hablan hoy en día. ¿Solo un 20%? Pues sí, casi, casi compro un llamativo Iphone. En todo caso, y ya aterrizando esta corta disertación, creo que adquirir este celular ha sido más que un juguete nuevo, una verdadera inversión.
Ya hace un tiempo tenía la inquietud de comenzar a reservar neuronas para el desarrollo de móviles, pero no ha sido hasta que he tenido la experiencia de usar la enorme cantidad de aplicaciones que hay para el Android, que he comprendido el salto tecnológico que estamos experimentando en la interacción humano-computador. Aún teniendo una laptop que puedo llevarme a la cama, casi nunca siento ganas de prenderla para hacer cualquier cosa con ella. Casi siento el mismo nivel de esfuerzo de ir a sentarme al escritorio donde tengo la PC. Pero en cambio la experiencia de un celular con aplicaciones está a varias pulsaciones de distancia. Es más fácil comprender por qué tanto escándalo con este tipo de celulares cuando se tiene uno a mano. Sin duda el desarrollo para este tipo de aparatos va ir cobrando cada vez mayor relevancia, y tenemos que estar preparados para ello.
Así que a codificar se ha dicho…